miércoles, 29 de junio de 2011

Capítulo VII Elixir de amor (Parte 2/4)

Acababa de amanecer, y un soldado malherido cabalgaba por un bosque, por donde varios resquicios de luz entraban a través de las copas de los árboles. Pero no era en absoluto un bosque como cualquier otro, ya que los árboles estaban calcinados y estaban cerca de destruirse. Por lo demás, la copa constaba de gran número de hojas las cuales estaban repletas de ceniza.
El soldado se removía en su curioso corcel. Después de caer por una de las ventanas más altas de la segunda planta de Palacio, se había incorporado y había huido a lomos de su caballo fantasma, yendo a la velocidad de la luz hacia el Palacio de su amo Musfogn, Rey del Fuego. La caída provocada por el animalejo ese no había supuesto más que un par de costillas rotas y eso no significaba que no pudiera montar a caballo, pero un profundo dolor aún le daba la lata.
Faltaba poco tiempo para llegar a su destino. A lo lejos divisaba una de las islas más famosas del Reino del Fuego. Alrededor de un río de lava se encontraba una escalofriante isla, en la cual un grandioso Palacio se elevaba hacia los cielos impregnados de ceniza.
Una distancia que supondría días de viaje para los imperfectos helados voladores fabricados por el padre de aquel chico, el que junto con el puerco-espín había evitado que cumpliera su cometido.
Por fin abandonó el bosque y observó expectante lo que tenía delante mientras el puente se desplegaba, permitiéndole cabalgar hacia el Palacio. Según se acercaba pudo ver mejor como en una de las ventanas de Palacio desaparecía una sombra con una túnica rojiza. Estaba claro que su amo deseaba que llegase con lo que le había ordenado, y no quería ni imaginar su reacción al enterarse de que esta vez tampoco había logrado traerle de vuelta al príncipe.
La morada de su amo no tenía nada que envidiar a la casucha del Rey Polar. Además de que la superaba en tamaño, varias vidrieras de la parte delantera se iluminaban en ese momento con la luz del sol. Pero lo más impresionante era el río de lava que rodeaba la isla. Se movía violentamente como atraída por una fuerza maligna que hacía que se  revolviera en el sentido contrario de las agujas del reloj. Si alguien del Reino del Hielo viniera, tendría verdadero miedo a lo que ese castillo transmitía. Pero eso no sería posible, porque hacía unos cuantos años que nadie del otro Reino se había atrevido a venir. Después de la continua guerra que mantenían, tampoco habría salido muy bien parado.
El nombre del soldado era Pete, y nada más vislumbrar que el puente había caído con fuerza, se dispuso a cruzarlo, colocándose la mano derecha donde el dolor seguía sin darle ni siquiera un suspiro.
Dejó atrás el bosque, y terminó de atravesar el largo puente, que comenzó a cerrarse según Pete se acercaba a la gran puerta del Palacio de Musfogn.
La puerta, al igual que el puente que acababa de traspasar, se abrió automáticamente cuando se detuvo frente a ella. Desde hacía varios años era así. Parecía que el castillo te reconociera al llegar, pero el secreto estaba en varios centinelas que observaban desde lo alto de las almenas.
Sin más dilación decidió entrar en el castillo, dejando atado a su caballo fantasma en una fina barra de madera. Tenía la suficiente confianza en su caballo como para saber que cuando volviera, estaría allí esperándole.
Cuando estuvo dentro del edificio, la puerta se cerró de golpe, provocando un gran estruendo en la estancia principal.
La vista que ofrecía el Palacio nada más entrar era aterradora. Desde donde se encontraba, comenzaba un gran corredor rodeado de antorchas, con una gran llama resplandeciendo en cada una de ellas. Pero por lo demás, todo estaba oscuro y se escuchaban varios cuervos revolotear por la estancia, de un lado a otro.
Todas las puertas estaban cerradas a cal y canto. El Rey siempre era muy estricto con eso. Si pillaba espiando a algún visitante, no lo pensaba más y lo condenaba a muerte. Nadie sabía lo que escondían aquellas puertas pero estaba claro que era mejor no saberlo.
Pete empezó a caminar lentamente por el pasillo, mientras miraba de un lado a otro de la estancia deseando no encontrarse con algún imprevisto.
Varios cuervos se cruzaron en su camino durante el corto viaje. El corredor parecía no finalizar nunca y según más avanzaba, más largo se le hacía a Pete.
Finalmente el soldado llegó hasta otra gran puerta, donde el Rey del Fuego disfrutaba de tiempos libres en su sala del trono. A la derecha de esta, una gran escalera subía hacia la segunda planta, donde el Rey dormía durante la noche, junto a varios criados que él creía de su confianza. Excepto ellos, Musfogn estaba solo en la vida. No tenía familia, menos una mujer secreta que había estado visitándole durante varias años desde que Pete tenía conciencia.
Se rumoreaba que tenía un hijo, pero nadie había averiguado nunca quién era ni en qué lugar del Reino del Fuego se encontraba. Y con respecto a la madre del hijo se sabía menos todavía.
Mientras pensaba en todo aquello, el portón que conducía a la sala del trono comenzó a abrirse lentamente.
La estancia estaba completamente oscura y cuando Pete se decidió a entrar totalmente asustado, una gran lámpara que descansaba en lo alto de la sala empezó a encenderse con una llama que cada vez era de mayor tamaño.
A lo lejos, Musfogn mostraba las manos en alto mientras de ellas emergían varias llamas que viajaban a toda velocidad hacia la lámpara que Pete acababa de contemplar.
El Rey del Fuego era horripilante, pensó Pete. Le había visto muchas veces pero nunca se había acostumbrado a ese rostro tan significativo  y a la vez tan terrorífico. Vestido solamente con una larga túnica de color rojo con la insignia del Reino(una llama entrelazada entre dos serpientes), Musfogn tenía el cabello de un naranja enérgico que caía hacia atrás hasta depositarse en sus hombros. Pero lo que más sensación provocaba en el joven soldado era su rostro, surcado por pequeñas cicatrices que hacían de su rostro algo inhumano. Todas las luchas permanentes con el Reino del Hielo y con enemigos de su propio territorio habían provocado que el joven divertido que había sido en su pasado pasará a convertirse en un ser cruel y despiadado.
En el momento en que Pete estuvo cerca de él, Musfogn levantó levemente el rostro y le miró durante varios minutos, hasta que se decidió a hablar:
- Buenos días. Espero que valga la pena despertarme y que haya traído justo lo que le pedí. Porque no me gusta que me importunen para una estupidez insignificante- dijo el monarca, mientras Pete comenzaba a temblar instintivamente.
Hacía poco tiempo habría estado seguro de cuando iba a acabar su vida, luchando por su Reino. Pero de pronto, su muerte se le hizo mucho más cercana al contemplar el rostro disgustado de su Rey.
- Se…Señor, me te…temo que no he po…podido hacerlo. Alguien me lo impidió- el soldado consiguió terminar la frase cuando Musfogn fijó su mirada en él durante varios segundos sin decir nada.
La conversación había sido corta, y su majestad había ido al grano. Y Pete comenzó a pensar que no iba volver a escuchar su voz cuando pasó algo más aterrador.
Musfogn se lanzó rápidamente hacia el soldado, y retorció su mano derecha alrededor del cuello de Pete, provocándole una lenta respiración:
- ¡Explícame ahora mismo qué ha ocurrido o será el último día de tu vida!- gritó angustiado mientras apretaba con más fuerza el pescuezo del joven soldado, que se retorcía intentando liberarse.
- Fue el hijo de Reynold. Él me lo impidió, junto con un puerco-espín- todo lo que estaba diciendo era absurdo, y cuando escuchó que un animal le había vencido siguió apretando el cuello de Pete.
- No te preocupes, Pete- el soldado no sabía que el Rey conociese su nombre, pero no era nada importante en ese momento-. No voy a volver permitir que un puerco-espín te haga frente, porque no tendrás tiempo para repetirlo.
En un rápido movimiento de brazos, le rompió un brazo a Pete, mientras este comenzaba a gritar de dolor sin poder evitarlo.
Pero lo peor no había llegado todavía. El monarca comenzó a elevar su brazos al cielo, y pequeñas llamas comenzaron a surgir de sus dedos:
- ¡No me mate, por favor!- Pete sabía que no había solución alguna pero un minuto más de vida sería algo para poder convencerle.
- Me temo que no voy a poder complacerte.
En ese mismo instante, varias llamas comenzaron a aparecer junto a las anteriores y se intensificaron hasta un punto sorprendente.
Musfogn miró a los ojos de su víctima y comenzó a gritar mientras retiraba las manos de la lámpara y las dirigía al cuerpo del Pete.
El joven soldado comenzó a gritar con más fuerza según las llamas impactaban en su escueto cuerpecillo, sin poder hacer nada para impedirlo.
Las llamas avanzaban a una velocidad vertiginosa, y pronto llegaron a la cabeza de Pete. Pero el soldado ya había muerto del dolor, y Musfogn solo se encargaba de destruir la prueba de su asesinato:
- ¿Por qué nunca nadie puede traerme a Michael? ¿Por qué nunca nadie puede traerme a mi hijo?- comenzó a gritar de furia contenida y dirigiendo de nuevo sus llamas hacia lámpara, ya que el cuerpo de Pete se había desvanecido en el aire-. Conseguiré estar con mi hijo, y juntos nos encargaremos de la princesa. ¡Juntos tendremos los poderes con los que seremos invencibles!- Musfogn seguía aullando como un perro, en el momento en que la lámpara estallaba, provocando un ruido seco en todo el castillo.

6 comentarios:

  1. Vaaaaaaaaaaaaaaleeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee, ¡¡¿¿Michael es hijo del cabrito ese??!! How is it possible???!!! Aunque bueno, eso explica porque Michael es tan capullo a veces xDDD. Me ha dado penilla el soldado, aunque Musfong también. Estar tan amargado no es sano, ni siquiera para el malo de una historia. Me ha gustado mucho lo del pelo naranja eléctrico, es muy original, jajajaja. En fin, ha sido genial este capítulo, espero, como bien sabes, ansiosamente el siguiente. ¡Un beso!

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  2. Ah, lo sabía! xD
    Cuando dice "el rey de fuego tenía un hijo, pero nadie sabía quién era..." me lo he imaginado xD Pero aún así, ¡estoy intrigada! ¿Por qué? ¿Y cuándo? ¿Y cómo?

    Pero bueno, a ver qué tal el próximo :3

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  3. Ni se te ocurra hacer que Michael los traicione para ir con su padre! T_T
    Por cierto, ¿cuándo van a rescatar a la princesa? Ya está aburrida la pobre! jajajaja

    PD: Tengo una historia con una temática de fantasía como la tuya; pásate: http://1cronicasdelsubmundo.blogspot.com/

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  4. Muy vengativo este hombre ¿no? Estaba claro mientras se leía que Michael era su hijo. Si es que no podía ser de otra manera. Voy por el siguiente.

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  5. Dios, no, no, no me lo creo xD jajaja vale... es su hijo... genial... eso explica muchas cosas pero vamos es que no me lo esperaba sinceramente :O Espero que no pierda tampoco la cabeza por sus raíces-.- Pero es que osea, por qué nadie puede traerme a mi hijo... ala porfavor, yo flipé cuando lo leí que tuve que releerlo 567890 veces...

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  6. ¿Cómooooooooooooooooooooooooooooo? esto no es posible. ¿Sabe Michael k su verdadero padre es Musfong?
    Joder me has dejado de piedra.
    Voy a seguir leyendo para ver k pasa ahora. :)
    BSS

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