domingo, 24 de abril de 2011

Capítulo IV Reencuentros Parte 2/2

Corríamos en dirección a los jardines que precedían a la gran puerta de Palacio. Nancy y yo difícilmente seguíamos a Michael, que en ese momento se perdía entre un cúmulo de ancianos que recorrían la zona, esperando poder ver al recién llegado príncipe.

Desde luego, iba a ser memorable ver como Michael sacaba a su padre de allí dentro, y esperaba que nada malo le hubiera ocurrido en estos días que había estado encerrado, sin ni siquiera probar bocado.

Aunque desconocíamos dónde se encontraba Michael en estos momentos, Nancy y yo seguíamos recorriendo el camino empedrado directos a los jardines de Palacio, que vislumbrabamos a lo lejos de la calle comercial, donde nos encontrábamos en este instante.

Esta calle era increíblemente grande, rodeada de establecimientos a cada lado. Si en Lianel había muchos comercios para ser una aldea de pequeña superficie, la ciudadela constaba de demasiadas tiendas que el resto de ciudades importantes de todo el Reino no podía ni siquiera imaginar. Pero no tuve tiempo para reconocer cada una de ellas, ya que Nancy tiraba de mi brazo cuando permanecía anonadado mirandolas, mientras corríamos.

Creía que habría algún tipo de protección en las puertas de los jardines de Palacio, pero hasta los centinelas habían desaparecido de sus puestos para contemplar la llegada de Michael, al igual que el resto de las personas, que seguían paradas junto a la fuente de la plaza, aunque Michael había desaparecido hace varios instantes.

Me preguntaba dónde estaría Odín. Desde nuestra entrada triunfal, había desaparecido de mi vista, aunque supuse que estaría entre el cúmulo de gente de la plaza.

Nancy abrió rápidamente las puertas de hierro forjado, por donde se accedía a los jardines, que al igual que la entrada, estaba totalmente desprotegido. Esta puerta era increíble, ya que el hierro forjado se unía formando varias figuras difíciles de reconocer.

El jardín real era inmenso, según mi punto de vista. A cada lado que decidía mirar, contemplaba un árbol distinto. A mi derecha, varios melocotoneros se erguían junto a una encina, que desprendía un cúmulo de bellotas podridas acumuladas en uno de los orificios abiertos en la tierra.

Pronto llegamos a la puerta de palacio, que estaba abierta. La altura de aquella entrada era totalmente enorme. Por lo menos podría albergar a una docena de personas que se subieran a los hombros de sus acompañantes.

Nancy no se detuvo ni un instante, y cruzó el gran umbral, comenzando a correr por los corredores del Castillo.

Y cuando pude cerciorarme, no encontraba a Nancy por ninguna parte. Estaba solo, y no tenía ni idea de cómo llegar a la sala del trono. Así que decidí guiarme por mi intuición. Y tampoco sería demasiado difícil. Seguramente Michael gritaría cuando su padre no quisiera abrirle la puerta, o no pudiera hacerlo.

Sin esperar ni un minuto, comencé a andar por un largo corredor que bifurcaba a la derecha después de varios metros.

Pero me sorprendió vislumbrar a dos centinelas que descansaban en el suelo, mirandome fijamente. Supuse que ellos podrían informarme de dónde se encontraba la sala del trono:

-     No te preocupes. ¡ Pasa ¡ Hemos visto cruzar este umbral hasta a Michael, el príncipe desaparecido. Yo ya no voy a impedirle la entrada a nadie más- susurraron nerviosos antes de que pudiera decidirme a hablar.

-     Sólo necesito que me digan dónde está la sala del trono. Es muy importante- dije mientras los soldados comenzaban a levantarse y a ocupar sus puestos.

-     Está bien- añadió uno de ellos.- Tiene que girar a la izquierda y luego dos veces a la derecha en los corredores que se vaya encontrando en el camino. Pero, por favor, ¡solucione esto de una vez por todas!

Después de esto, no tarde ni un segundo en salir corriendo en esa dirección, dejando atrás a los soldados que me observaban directamente, en el instante en el que se giraban para ocupar sus puestos como guardianes de la puerta del Castillo.

Pronto me encontré con un pasillo que seguía por la izquierda, como me habían dicho.

En ambas paredes de dicho pasillo, grandes candelabros iluminaban sus recónditas esquinas, donde varias mesas se disponían a lo largo de éste.

Parecía mentira que estuviera ocurriendo algo en el Castillo, ya que cada detalle de aquel corredor estaba totalmente ordenado, y colocado propocionalmente a su tamaño.

Aún así, no pude permancer observando. No podía demorarme. Tenía que evitar que ocurriera algo malo.

Michael estaba ansioso por encontrar con vida a su padre, y Nancy no podría parar la ira del joven príncipe.

Avanzaba girando a la derecha, sin fijarme en lo que ocurría en aquel pasillo hasta que una gran cantidad de luz apareció de pronto, y tuve que cubrirme, y cerrar los ojos fuertemente para que no resultaran dañados.

Cuando la luz desapareció, fui abriendo lentamente los ojos, aunque esta vez el corredor estaba completamente oscuro. Pero no fue por mucho tiempo. Varias antorchas comenzaron a encenderse una a una, desde el final del pasillo, hasta el lugar donde me encontraba.

Cuando las llamas alcanzaban lo alto de cada vela, la cera iba derritiéndose, mientras el líquido que producía se caía hacia el soporte metálico que formaba cada candelabro.

El fuego avanzaba hasta mi posición, posandose en cada una de las velas, e iluminando un poco más el pasillo.

Todo lo que estaba ocurriendo era muy raro en un solo día, aún así, lo peor estaba por llegar.

Cuando pude contemplar con claridad que había en el pasillo, me giré rápidamente repugnado, y tapándome con ambas manos los orificios nasales.

El corredor estaba repleto de aldeanos, amontonados en pequeños grupos de personas, y completamente blancos. Además, varios estaban manchados de sangre que seguía recorriendo sus ropajes hasta tornarlos completamente rojos.

Nadie respondía, y me decidí a acercarme a esos cuerpos, esperando poder encontrar a alguien con vida.

Cada vez que tocaba los miembros inertes de cada persona, un gran escalofrío recorría toda mi columna vertebral, ya que sus ojos aún permanecían abiertos, y mostraban gran tristeza.

No encontraba ninguna pista de lo que verdaderamente estaba sucediendo en el castillo. No había rastro de Michael, ni de Nancy. No teníamos que habernos separado, pero no tuve tiempo para explicárselo, ya que no dudó en dejarme solo, sin saber absolutamente a dónde ir.

Recorrí el recinto con la mirada, esperando encontrar algo que me hiciera seguir adelante, y dejar atrás a toda esa gente. Entonces, levanté la cabeza en dirección al techo. Pero esta vez, no cerré los ojos al instante, sino que quedé petrificado observando el mensaje que descansaba sobre el centro del techo, junto a la lámpara de cristal brillante que se movía lentamente ocultando el texto. Además, las letras estaban escritas en sangre, que goteaba hacia el suelo, aunque no se percibiera por el color rojo de la gran alfombra.

Y lo peor, era el contenido de ese texto. Con grandes letras, transmitía escalofriantemente:



          NADIE LOGRARÁ SOBREVIVIR. Y NO PODRÁS       

              HACER NADA PARA EVITARLO.


No entendía para nada su significado dentro de la situación que estaba viviendo hoy. ¿ Quién querría ese futuro para los habitantes del Castillo? La traición hacía mucho que había penetrado en las profundidades de la ciudadela, pero no podía imaginar que fuera ese el destino de tanta gente: morir asesinados a manos de alguien sin misericordia.

Miré de nuevo hacia el pasillo, y grité al instante. Un hombre calvo y desdentado se acercaba a mí, levantándose desde uno de los cúmulos de cadáveres que descansaban en la esquina derecha del próximo pasillo.

Mostraba los ojos totalmente cerrados, y comenzó a correr en el instante en que yo pensé en hacer lo mismo.

Si la definición de correr fuera lo que yo estaba haciendo en ese momento, mis antiguos profesores me darían de los lindo. En vez de correr, saltaba de un lado a otro, dando fuertes patadas al suelo. Si alguien me viera, pensaría que pronto me esperarían en un sanatorio mental, pero eso me daba igual.

Mientras continuaba saltando por los pasillos, miraba hacia atrás, esperando no ver a nadie siguiéndome, pero me equivocaba, ya que aquel hombre seguía corriendo con los ojos cerrados en mi dirección.

Y como siempre, mi distración me hizo cometer un error. Me choqué contra una mesa que estaba en el centro de el corredor y caí al suelo, dándome fuertemente en la cabeza con el pico puntiagudo de ésta, que se destrozó en un santiamén, dejándome atrapado entre los restos de madera.

Cerré los ojos. No quería ver de nuevo a ese aldeano endemoniado. Pero lo cierto era que no se escuchaba nada en los alrededores, sólamente mi respiración entrecortada.

En ese momento, fue abriendo lentamente los párpados. Tenía la cabeza girada mirando a mi derecha, y con temor, comencé a moverla hacia el centro.

Ese movimiento fue más difícil de lo que imaginaba. No sabía que hacer si me volvía a encontrar a alguien en medio de toda esa oscuridad.

Cuando giré la mirada completamente hacia el centro del pasillo no me esperaba para nada oscuridad. En frente de mí, me miraba aquel hombre, que abrió los ojos cuando le reconocí. Sus ojos rojos iluminaban parte de la estancia y me miraban sonriente, como un completo enagenado. Entonces, abrió la boca babeante y vislumbré un grupo de dientes mal colocados y amarillentos, que exulsaban sangre por las encías, sin que sintiera nada de dolor.

-     No deberías escapar de tu destino, John. Nadie te va a hacer daño. Ji, ji, ji- reía, moviendo los ojos como si tuviera un tick nervioso.

-     ¿ Qué quieres de mí?- susurré perturbado, intentando apartar los restos de mesa de mis piernas.

-     ¡ No, no, no! ¡ Ji, ji, ji ¡- decía gritando-. No vas a lograr nada- notaba como la madera iba cediendo, apartándose de mi pierna derecha. Tenía que salir de allí cuanto antes o no lo contaría nunca.

Pronto el resto de le mesa se deshizo de sus ataduras, y cayó al suelo.

No tenía mucho tiempo para escapar. Tenía que buscar el momento perfecto, cuando no me prestara atención, algo que iba a ser bastante difícil.

Cuando mi perseguidor alejó la mirada, tras oír un ruido, le propiné un buen golpe, y salí, esta vez corriendo hacia la puerta de la sala del trono, que se encontraba en el pasillo siguiente.

Pero ese hombre corría más rápido que yo, y no pude evitar que me alcanzara. Estaba muy cerca de mí, y en el instante en que pudo agarrarme de la chaqueta, me empujó de nuevo contra el suelo, sin que pudiera cerciorarme de ello.

Sin detenerse a pensar, acercó sus dientes a mi cuello, intentando morderme con esas muelas humeantes y nauseabundas:

 - Por favor. ¿ Qué quieres de mí?- dije, intentando ganar tiempo.

 - No quiero nada. Simplemente quiero destrozarte hasta que tu mente deje de pensar. Eres demasiado estúpido como para entender todo esto- añadió mientras seguía directo hacia mi cuello.

No había podido detenerle ni un segundo. Ni siquiera sabía que me pasaría en los próximos minutos, y decidí rendirme. Quizá era mejor que me mataran. Después de la muerte de mi padre, no quería seguir viviendo.

Cuando iba a alcanzar la parte inferior de mi cuello, profirió un gran grito, mientras una gran cantidad de plantas le apartaban de mí, retorciéndose alrededor de su escueto cuerpecillo.

Las plantas lanzaron al aldeano hasta el techo y comenzaron a golpearle contra éste, sin descanso. Cada vez que el aldeano chocaba contra el techo, expresaba una leve maldición en su interior. No le venía mal después de haberme asustado de esa forma. No tenía ni idea de dónde procedía ni en qué lugar me encontraba, pero de momento sólo pensaba en salir con vida.

Cuando ni siquiera se oían las lamentaciones de aquel ser, las plantas fueron desapareciendo, enrollándose como la lengua de una mariposa, y el hombre cayó al suelo.

Las plantas acabaron desvaneciendose en un punto del pasillo, donde una luz, desde lo alto de la sala, apuntaba a una joven, la princesa Sophie.

Me observaba fijamente, pero con la mirada perdida. Su rostro estaba completamente blanco, y en un instante, su cuerpo comenzó a caer hacia la alfombra roja, produciendo un leve estruendo en la oscuridad que nos rodedaba.

Sin dudarlo un momento, salí corriendo en su dirección aunque no distinguiera nada a un centímetro de mí. Sophie aún seguía consciente, pero estaba temblando y me miraba extrañada con aquellos ojos azules parecidos al mar. Su rostro era como un ángel, aunque su cabello rubio estuviera totalmente descolocado.

Me incliné hacia el suelo, y me aferré al cuerpo de la joven, sujetándole la cabeza entre ambos brazos:

 - Tú no deberías estar aquí. No puedes…- susurró mientras intentaba incorporarse, sin éxito.

 - No diga nada. Está muy débil. No entiendo nada de lo que está ocurriendo, pero no voy a dejarla aquí sola- añadí, situando a la joven en su posición anterior.

 - Oh, encima eres cortés. ¡Qué bonito! Por una vez eres tú el que me salva. Ya empezaba a ser una costumbre que yo fuera tu salvadora- me abofeteó la mano, y se levantó.

 - Váyase al infierno, princesa. No pedí su ayuda. Además, esta conversación es de locos. Usted está desaparecida. No puede estar aquí.

 - En efecto, desagradecido. Eres tú el que no tendría que estar aquí- y sin decir nada más, me tocó con una de sus manos.

 - ¡Uy, princesa! ¡No vaya tan rápido, que se puede precipitar!- susurré con cierta ironía.

 - Cállate. No seas más ridículo de lo que puedes llegar a ser.

 - No creo que sepa nada de mí- musité, observando fijamente sus hermosos ojos-. Y no diga de esta agua no beberé, que en algún momento puede tentarse, y no va a lograr resistirse- Sophie no siquiera me respondió, sino que me dedicó una mirada en la que me dijo todo lo que pensaba.

Entonces, de la mano de Sophie, una gran luz cubrió parte de mi cuerpo, mientras ella permanecía ausente acumulando parte de su poder en sus extremidades. Esta comenzó a recorrer mi pierna, directa a mi cabeza:

 - Adiós, John. Te avisé que se me agotaba el poder. No me hagas tener que salvarte otra vez- añadió cuando la luz llegaba a mi cabeza.

Contemplé como la princesa se despedía con la mano simplemente.

Después de esto, no vi nada más, ya que mis ojos se cerraron sin percatarme, y desaparecí de la sala.

10 comentarios:

  1. ¡¡Vaaaaaaaaaaaleeeeee!! Ha sido un capítulo de lo más raro, en el buen sentido, of course. Primero, ¿quién era el calvo ese de los ojos rojos?, ¿un enviado del reino del fuego? Y luego lo del mensaje escrito con sangre... ¡¿Y dónde narices están Nancy y el príncipe?! XDD Qué intriga... Me ha gustado mucho la mini discusión Sophie-John. Hay tensión sexual entre ellos XDDD. En fin, chico, que como siempre, me ha encantado el capítulo. Espero pronto el siguiente, que tienes material para publicar. ¡Un beso!

    ResponderEliminar
  2. EL CALVO DE LOS COJONES, JODER! (Perdón por la expresión) OSTIA P*** QUE SE VAYA AL INFIERNO!!!

    A mí la Sophie esta... Prefiero a Michael *-*
    MásMásMásMásMásMásMásMásMásMásMásMásMásMásMás...

    ResponderEliminar
  3. jajaja muchiisimas gracias a las dos sois geniales!! pues pronto publico no os preocupeis jajaja athenea me encanta que te guste la pareja john-sophie ;) y diana k te pasa con sophie?? jajaja

    ResponderEliminar
  4. El paisanito calvito me da miedito... ):
    Ese castillo en si esta maldito, seguro xDDD
    Y ahora Michael anda por ahi perdido...verás tu que panorama...xD
    En fin, a ver que hace Sophie sin poder y adonde fue a parar John.

    ;)

    ResponderEliminar
  5. jajajaj con la intriga te he dejado eh andrea?? JAJAJA :) pues en el siguiente capitulo sabras por k han pasao cosas tan raras, y donde ha estado john :)

    ResponderEliminar
  6. Jo!!!!!!!! ya estamos intrigando!!!!!!!!!! kiero otro y prontitooooooooo!!!!!!! ^.^

    ResponderEliminar
  7. uii... ¿cuándo decías que el siguiente?xd a mi el calvo tampoco me ha dado buena espina ajaja y luego el mensaje escrito en sangre... me llega a llegar a mí y vamos jajaja
    Tenías razón, es raro, pero aún así me gusta:D Está MUY interesante así que no te demores en seguir:$

    ResponderEliminar
  8. Αγαπώ την ιστορία σας βρίσκω συναρπαστικό και έχουν μια απίστευτη φαντασία, για να μην αναφέρω το πόσο καλά γράφετε. Οι χαρακτήρες είναι
    λατρευτά ειδικότερα στις μικρές Bibi και Prince Michael είναι μια πολύ σέξι χωρίς αμφιβολία δώσουν
    πολύ παίζουν με την ιστορία.πάντα δικά σας

    ResponderEliminar
  9. Aiiii esta genial !
    Tienes muchisimo talento
    Ahora tienes que escribir más y no dejarme con la duda tanto tiempo...
    Te prohibo las vacaciones ! :D
    El talento no tiene fiestas :)

    ResponderEliminar
  10. Coño que cosa más rara. Primero que tengan un recibimiento de la ostia y después todos esos cuerpos y el zombi que me recordo a los Caminantes Blancos de Juego de Tronos. Luego la chica ayudándole a él ¿Cómo lo hace? ¿No se supone que está encerrada?

    ResponderEliminar